Por villasombrero.com
MÉXICO. La directora del Fondo de las Naciones Unidas para la infancia (Unicef) para América Latina y el Caribe, María Cristina Perceval, celebró hoy las leyes contra el castigo corporal en una decena de países, pero sentenció que solo un pacto social lo eliminará de la vida cotidiana de niños y niñas.
“Sabemos que la ley sola no alcanza, pero también reconocemos que sin ley no se avanza”, dijo a Efe Perceval tras participar esta semana en México en la Reunión Interamericana sobre Castigo Corporal contra Niñas, Niños y Adolescentes.
En la región, Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela son los países que tienen una legislación específica para prohibir el castigo corporal en todos los ámbitos, incluyendo el hogar, la escuela, los centros de cuidado alternativo y las instituciones penales._+
La directiva celebró como una “muy buena noticia” que estos países hayan sancionado leyes que prohíben el castigo físico contra los niños, pero manifestó que “será mejor cuando lo haga toda América Latina”.
“Nos quedan más de veinte países que tienen que avanzar en sancionar estas leyes”, apostilló la catedrática y política argentina.
Asimismo, expuso que las leyes por sí mismas no bastan. “Tenemos que comprometernos a un pacto social en el cual las distintas formas de violencia, ‘la chancleta’, no formen parte de nuestra vida cotidiana, ni se crea por un instante que a un niño o a una niña se le educa a los golpes, a las humillaciones, a las ridiculizaciones. Eso no educa”, sostuvo.
“Es responsabilidad de todos; por eso digo ‘No violencia en las calles, no violencia en las instituciones, no violencia en el hogar’. Pero sin duda el gobierno tiene una responsabilidad fundamental”, añadió.
De acuerdo con Perceval, “gobernar también es dar ejemplo, es contribuir a la educación de una sociedad en la que pueda reconocerse el trato respetuoso, el respeto a la dignidad, el respetar a rajatabla que un niño se desarrolla plenamente cuando vive libre de violencia”.
Destacó que en América Latina, uno de cada dos niños es víctima de violencia en su hogar, que cuatro de cada 10 niñas adolescentes reconocen ser víctimas de distintas formas violencia en las escuelas de la región.
“Y qué decir de las calles, donde de los cuatro homicidios de adolescentes que se producen por día en el mundo, uno tiene lugar nuestra región”, lamentó.
La experta dijo que la violencia es contraproducente como forma de controlar la conducta, y abogó porque los padres, la familia y los maestros tengan un diálogo y les expliquen a los niños cuando tienen una conducta inapropiada.
“Con castigos en general, los niños tienen 2,8 veces menos probabilidades de tener aprendizajes eficaces y valiosos en números y en letras que un niño o una niña que ha sido criado y educado con comprensión, respeto, pero también con reglas claras”, abundó.
“A los pellizcos, a los tirones de pelo, a los chancletazos, nadie; somos seres humanos. Es el diálogo, el escuchar al niño y a la niña, conversar en un aprendizaje valioso, contribuyendo a que se ilumine esa niña, se desarrolle plenamente”, puntualizó.
Destacó que el encuentro celebrado en México los días 25 y 26 de abril ha tenido un “muy alto nivel”, con la presencia de funcionaros de Naciones Unidas que lideran la campaña para terminar con la violencia contra niños y niñas.
Asimismo, abundó, participaron el Gobierno nacional a través de sus áreas de derechos humanos, todo el sistema interamericano de protección organizativa y la sociedad civil, “y es lo que ha tenido esta reunión que la hace importante y una enorme oportunidad”.
Durante el encuentro, el presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos de México, Luis Raúl González, llamó a la sociedad en su conjunto a erradicar la violencia hacia niñez y adolescencia, que no puede ni debe ser tolerada y mucho menos promovida por el Estado.
Demandó igualmente generar, a partir del reconocimiento de la dignidad de niñas, niños y adolescentes y de los derechos que les asisten, una nueva cultura de respeto y redefinir su papel dentro de la familia y la sociedad misma.