Por villasombrero.com
Evelin Irrizarri
A propósito de los escritos anteriores referentes a la iglesia y la
religión verdadera, algunas personas me han preguntado que si es que no
creo en ninguna denominación religiosa o, peor aún, si es que no creo en
Dios.
Lo que he tratado de expresar es que no todo el que
pregona su cristianismo, anda todo el día con una biblia debajo del
brazo o se persigna ante el sonido de cualquier “San Antonio”, lo hace
de corazón.
Lo que he tratado de decir es que incurren en un
error quienes centran su fe en una persona, que como humano tiene
debilidades, que el día menos pensado puede flaquear y caer destruyendo
la confianza de sus seguidores.
Es verdad que todo rebaño necesita un pastor, pero, personalmente, creo que ese pastor es la conciencia de cada individuo.
El bien y el mal confluyen en nosotros, depende del camino que escojamos y en función de ello, así actuaremos. Mi respuesta, sobre en qué yo creo, podría ser una, pero en realidad creo en muchas cosas. Una de ellas es en el amor, que puede llegar a ser tan inmenso que nos convierta en las personas más buenas y honestas.
Soy una creyente de la fuerza transformadora que pueden desatar los sentimientos. Creo en eso, y en que cada cosa que hacemos, buena o mala, tiene su recompensa.
Creo que pagamos el mal que hacemos, creo que nuestras buenas acciones reciben su premio. Creo en la lealtad, en la solidaridad, en la empatía, en la sinceridad.
Creo en dar sin esperar, en estar presente cuando es necesario, en ofrecer nuestro hombro y nuestro abrazo para acompañar a los demás en sus horas tristes.
Creo en reconocer, sin mezquindad, el valor que tiene cada ser humano, resaltar las virtudes de los otros, su capacidad, su inteligencia, su liderazgo.
Pero también creo fielmente en llamar la atención de nuestros semejantes cuando no actúan bien.
Creo que encararlos de frente es la forma más digna y honesta en que podemos actuar. Creo en decir solo aquello que sentimos, sin ocultar nada por temor a parecer débiles, y sin exagerar para tratar de engañar. Pero más que nada, creo que nacimos para ser buenos, para amarnos, multiplicarnos y apoyarnos unos a otros.
Es solo que a veces lo olvidamos, no importa que el camino que tomemos sea el amplio que lleva a la perdición, o el angosto y largo que lleva a la vida eterna