"Siempre he dicho que soy el mejor padre del mundo. Ese fue el don más especial que Dios me dio. Tengo cuatro hijos y todos son uno solo. Me dedico cien por ciento a ser padre y lo disfruto".
Cuando aquel día de noviembre del año 2000 Miguel Larrache partió de Boston, Massachusetts, con destino a Santo Domingo con la idea de iniciar una nueva vida, dejó junto a sus dos pequeñas hijas un pedacito de su propio corazón. Para él, que ha confesado que disfruta ser padre y que se dedica cien por ciento a serlo, resultó muy difícil separarse de sus hijas de siete y tres años de edad.
Larrache, actualmente director administrativo de Bellas Artes, cuenta que se casó en Boston con Mildred Mejía, con quien procreó a Lorena Michel y Lisa Marie, quienes ahora tienen 18 y 15 años de edad, respectivamente. El divorcio separó la familia, y muy a su pesar tuvo que conformarse con ver a sus hijas a ratos.
Los trámites de divorcio iniciaron en el 1998, cuando Lorena tenía apenas cinco años y Lisa Marie era aún una bebé. Recuerda que a raíz de la separación, cuando salía del trabajo en las tardes se acercaba a la guardería donde cuidaban a su hija mayor. La profesora sacaba a la niña al pasillo para que pudiera compartir un rato con su padre, pero los encuentros resultaron tan emotivos y con tantas lágrimas, que la profesora, conmovida, decidió habilitarles un espacio donde no llamaran la atención.
Tres años después de la separación, Larrache decide volver a Santo Domingo y las niñas comienzan a viajar cada verano para pasar las vacaciones con él. "En el 2005 fue la última vez que vinieron al país, porque se dieron circunstancias que lo impidieron y yo tampoco volví a Boston hasta el año pasado".
Larrache, quien se casó en el país con Diomi Pérez, con quien procreó a Miguel Eduardo y Emil, hoy de 11 y cinco años, explica que la ausencia física no impidió que se comunicara constantemente con sus hijas por vía telefónica y que cumpliera con sus responsabilidades económicas como padre.
Una gran sorpresa
"Desde dos años antes de graduarse de bachiller -cuenta Larrache- mi hija Lorena me pedía reiterativamente que estuviera presente en el acto, pero yo nunca le aseguré nada. Cuando llegó el momento, el año pasado, decidí darle una sorpresa, y tomé un vuelo un jueves para estar presente el viernes a la 5:00 de la tarde donde se celebraba la graduación".
Buscó casi con desesperación a sus hijas entre tantas personas y jóvenes graduandos, hasta que finalmente vio a Lorena en la tarima donde iban a entregar los diplomas. "Comencé a gritar su nombre, hasta que ella finalmente me escuchó, y al darse cuenta de que yo estaba entre el público, gritó y saltó de emoción y a seguidas perdió el equilibro y casi cae al suelo, lo que no sucedió porque dos compañeros la sostuvieron".
Una opinión profesional
La doctora Martha Rodríguez, directora del Centro de Investigación y Ciencias de la Familia de la Universidad Católica Santo Domingo, opina que un "padre ausente" en la crianza impacta negativamente en el desarrollo emocional y conductual de un niño o niña, en razón de que su presencia refuerza el sentido de apego y pertenencia que fortalecen los sentimientos de seguridad y autoestima de los hijos, necesarios para una vida adulta equilibrada.
Para la doctora Rodríguez, el progenitor, viva en el hogar o no, es responsable cuando responde a tiempo, de manera efectiva y consistente a las necesidades materiales y emocionales de sus hijos, siendo respetuoso de las características individuales de cada uno y dándoles seguimiento a sus fortalezas y debilidades. "Un padre que toma iniciativa para mantener el contacto con sus hijos cotidianamente y los motiva a seguir adelante, se convierte en un modelo", dice.
Los siguientes días de su estadía en Boston, los pasó por completo con sus dos hijas, tratando de cerrar un poco la larga brecha de cinco años de ausencia. Dice que ese tiempo les sirvió para fortalecer la relación, porque vivieron momentos inolvidables que los han acercado más y les han dejado el firme propósito de no dejar pasar tanto tiempo sin verse.
A pesar de la distancia
Actualmente se comunican unas cuatro veces a la semana, ya sea por teléfono, mensajes electrónicos o por las redes sociales. "Estoy en contacto permanente con ellas y a su disposición para lo que necesiten. Nos llamamos, yo para saber como están y qué necesitan, y ellas para cualquier consulta, consejo o necesidad que tengan en su vida cotidiana. He tratado de darles la confianza suficiente para que me puedan comunicar cualquier cosa que les pase y para que tengan la certeza de que pueden contar conmigo siempre".
Dice que agradece a la madre que les ha inculcado que es su padre y que pueden contar con él, y también el hecho de que les haya dado una buena educación. Orgulloso señala que Lorena entró este año a la Universidad a estudiar odontología y que Lisa Marie le va muy bien en sus estudios secundarios.
Sin embargo, reconoce que entre sus hijas y él se ha sentido la ausencia. "Es difícil criar a distancia, porque lo que está lejos no se palpa, no se disfruta porque son muchos los detalles que se pierden. Por ejemplo, mi hija mayor quiere aprender a manejar y yo quisiera estar ahí para enseñarle, y por más buen padre que quiera ser me es imposible cumplir mi rol".