Anticipadamente duda que sea azul. Es un primer paso muy revelador. Sin dudar no es posible objetar “verdades aparentes”. Coloca un celofán amarillo traslúcido ante el jarrón. Llama a Demófeles, que estaba de paso, y le cuestiona sobre el color del jarrón mientras sostiene el pedazo de celofán entre el espectador y la pieza.
- Lo veo verde, responde despachadamente Demófeles, algo intrigado por la pregunta, y se retira presuroso antes de otra ocurrente consulta de su estrafalario amigo.
¿Entonces la percepción es la verdad?, murmura Aribáldes, mientras aún delibera si este Grand Cru de Côte de Nuits es cosecha ‘85 ú ‘88... Si se altera la percepción, la verdad es relativa, y siendo relativa, es moldeable. ¡Qué apropiada engañifa para acomodar informes estadísticos deformando las verdades! La población dominicana, la mayoritaria, entró al siglo veintiuno con mal rumbo. Pero los datos oficiales exponen casi todo lo contrario.
Se reclina en la mecedora con un ligero impulso hacia atrás y encomia en su pensamiento al artesano que la fabricó en Matanzas de Baní. Evoca aquel español, nombrado De la Serna, quien escribiera “no hay mejor destino que el de supervisor de nubes, recostado en una hamaca, mirando al cielo”.
- Debió imaginarse estos sublimes cielos dominicanos para expresarlo, musita.
Para nuestros facundos demagogos la verdad desfigurada crea un escenario ideal para manipular a un electorado coartado por la desinformación para asimilarla así. Pero no se puede sostener perpetuamente el celofán amarillo ante el jarrón e irremisiblemente se mostrará como evidentemente es... un jarrón azul.