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Londres, 29 abr (EFE).- Millones de británicos se olvidaron hoy por un día de la crisis económica y descorcharon botellas de champán para celebrar por todo lo alto la boda entre el príncipe Guillermo y Catalina en parques y plazas de todo el Reino Unido.
En Londres, medio millón de personas se congregaron en el céntrico Hyde Park para seguir al minuto la ceremonia, desde la llegada de los novios a la abadía de Westminster hasta su salida al balcón del palacio de Buckingham, convertidos ya en marido y mujer, para saludar a los presentes y darse no uno, sino dos besos.
Al igual que en la plaza de Trafalgar y en Green Park, donde también se instalaron pantallas gigantes para presenciar el evento, el punto culminante en Hyde Park fue cuando los prometidos pronunciaron el "sí, quiero", momento en que se dispararon sobre la multitud cañones de confeti.
Su padre, Alan Cousins, agente de policía fuera de servicio, se alegró de que "este gran día haya servido para que Gran Bretaña se una en espíritu patriótico, algo que debería suceder más a menudo".
Muchos de los asistentes vestían sus mejores galas para no desentonar en el ambiente nupcial y otros llevaban gorros, faldas, banderas u otros accesorios con los colores rojo, blanco y azul de la bandera británica, mientras disfrutaban de un picnic a la inglesa con sandwiches y tazas de té.
Elegantemente vestido de frac, Will Vasey, actor de 30 años, dijo a Efe estar encantado de ser parte de "un momento histórico" y alabó el papel de la familia real británica como promotores de "organizaciones de caridad y defensoras del medio ambiente".
"Ahora que hay recesión, la monarquía es el mejor producto que podemos exportar", apostilló Tracy Smith, otra engalanada asistente, quien subrayó que, entre la desmoralización general por el estado de la economía, "es bonito tener algo que celebrar".
Ayuntamientos y asociaciones de vecinos sobre todo de Inglaterra (hay menos fervor real en el resto de autonomías: Escocia, Gales e Irlanda del Norte) organizaron hoy animadas fiestas callejeras en ciudades como Manchester y Leeds (norte inglés) o varias en Cornualles.
El primer ministro británico, David Cameron, y su esposa, Samantha, que habían asistido a la boda en Westminster, ofrecieron una fiesta a sus vecinos, a quienes pudo verse sentados a una mesa engalanada y disfrutando de magdalenas horneadas por ella misma en Downing Street, donde está su residencia oficial.
No muy lejos de allí, en la plaza Red Lion, centenares de republicanos se reunían para celebrar su propia fiesta bajo el lema "No es la boda real", un acto que, según uno de los organizadores -de la asociación Republic-, Graham Smith, pretendía ser "no una crítica a individuos, sino una celebración de la democracia".
"Deseamos que Guillermo y Kate sean felices, pero estamos en contra de tener que mantener a una familia con privilegios heredados que obviamente no ha sido elegida democráticamente y que, además, no debe rendir cuentas", afirmó.
Al ritmo de música de jazz y entre tazas de café y pasteles, podía verse a gente con camisetas que rezaban "cortadles la cabeza", en alusión a revoluciones contra la realeza, o "soy ciudadano, no súbdito", mientras los niños jugaban con falsos instrumentos de decapitación.
"Esta fiesta es el único lugar de Londres donde se puede permanecer cuerdo", declaró a Efe Phil Wood, de 50 años, quien se lamentó de la dificultad de captar más adeptos a la causa republicana en el Reino Unido -actualmente constituyen entre un 20 y un 25% de la población, según las encuestas- debido, según dijo, "al favoritismo monárquico de la mayoría de los medios de comunicación".
Steve Sincok, empleado municipal de 44 años, manifestó a su vez que "lo más indignante es que Cameron haya extendido un cheque en blanco para la celebración de esta boda mientras que dice que no hay dinero para mantener abiertos hospitales y construir escuelas".
Hoy fue un día tranquilo y alegre en la mayor parte del Reino Unido, sin apenas manifestaciones de protesta (pese a que se habían anunciado), entre otras cosas porque la Policía había advertido de que respondería con contundencia a éstas y no toleraría pancartas antimonárquicas, lo que disuadió a varios colectivos.
Pese a todo, hubo dos pequeñas protestas en el centro de Londres y, según confirmó a Efe Scotland Yard, la jornada se saldó con más de 45 detenciones, en general por alteración del orden público.
Autor: Judith Mora
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