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“La yautía dura un año pa que dé frutos, la yuca tarda muchos meses para que dé comida, al igual que los plátanos, guineos, papa y otros, entonces hay que hacer algo pa no moli de hamble”, agregó uno que dijo llamarse Miso.
Y es que los haitianos no respetan espacio, y han depredado áreas muy sensibles de la Sierra de Bahoruco, citó el señor Diógenes Merán Villega, quien es capataz de una brigada de Medio Ambiente en la zona.
Expresó que el ataque de los haitianos contra esa área protegida es agresiva, pues mientras más hornos rompen, más éstos fabrican.
“Nosotros estamos utilizando estrategias para frenar eso, pero es casi imposible, porque ellos parecen ser indetenibles”, dijo.
En La Descubierta
El dirigente comunitario de la localidad Ángel Félix de aquí, José Altagracia Sena Riva, informó que los parajes Melón, Granada, El Bojucal y José Joaquín Puello, quedaron desolados porque los antiguos pobladores emigraron y aunque en esta zona la presencia de haitianos es masiva, han depredado seis de ellos.
Citó a El Bojuco, la comunidad José Joaquín Puello, Granada, Mesitrón, La Flecha y El Arroyo donde se encuentra la obra de toma del acueducto que los suple.
Sin embargo, informó que dominicanos que tienen propiedades en la zona les pagan para que desmonten zonas boscosas para sembrar, pero son espacios que no se pueden utilizar más de una vez.
“La deforestación en esta zona es culpa de nosotros, porque les pagamos para que nos hagan conucos para la siembra”, agregó.
Casos de robos
El agricultor Ángel Fernando Medina dijo que la mayor preocupación que tienen con la masiva presencia de haitianos son los robos, porque estos penetran a sus propiedades y cortan víveres sin permiso, para saciar el hambre y llevar para su país.
“Nosotros los que vivimos en Ángel Félix no les decimos nada a ellos, porque sabemos la situación de miseria por la que atraviesan, sin embargo, en Sabana Real ha habido casos de muerte entre haitianos y dominicanos porque se les han metido a los conucos y les han robado sus animales”, agregó.
Dijo que en los últimos tres años estos dos poblados han sido víctimas de robos contínuos, y más cuando estos inmigrantes van a visitar su país y no tienen nada que llevarles a sus familiares, pues si encuentran un caballo, un mulo, un cerdo y otro animal no los perdonan.
Destacó que en su comunidad difícilmente un dominicano encuentre en su propiedad un racimo de guineo para venderlo en el mercado, porque se los cortan antes de que se llene.
“Ya aquí uno ha perdido el deseo de sembrar. Nosotros el año pasado perdimos más de nueve mulos. Cuando uno va a los conucos no encuentra nada y los militares que hay en la frontera vienen a cobrar su peajito, mientras que los alcaldes no se ocupan de estos temas, a menos que uno no les moje las manos”, agregó.
En La Altagracia de Pedernales, el dirigente comunitario de la zona, Jorgilio Segura, denunció el robo de casi la totalidad de los paneles solares que instaló una ONG en el lugar.
“Esos paneles se los han llevado los vagabundos, a los que no les duele ni les importa nada de estas gentes”, agregó.
Misas haitianas
El recién pasado día 24 del mes en curso cuando en República Dominicana se celebró el Día de la Virgen de las Mercedes, en una sección de esta provincia que lleva su mismo nombre, el padre Antonio Fernández Rodríguez, de Pedernales, ofició una misa que debió ser traducida al creole por el diácono haitiano, Mico Sun Luis, porque el 97% de los feligreses era de esa nación.
No fue que llegaron en procesión desde Haití a esa comunidad para escuchar la liturgia, sino que ahora son ellos los que pueblan La Altagracia, fundada hace más de 100 años. Los cánticos de alabanza fueron en creole y en la ceremonia para tomar la hostia, el padre Antonio pidió a los jóvenes haitianos que le acompañaron que por favor en ese momento cantaran en español.
Y es que en esta comunidad, de acuerdo a Jorgilio Segura, el 70% de los estudiantes que asiste a la escuela de la zona es de nacionalidad haitiana, el 99% de los servicios de salud los consumen ellos, el 90% de las viviendas construidas en su mayoría por Joaquín Balaguer están en manos de los haitianos y casi el 100% de los feligreses que asiste a las misas regulares, son haitianos.
De hecho, las viviendas que permanecen vacías y que fueron construidas por Balaguer, tienen letreros de “Se Vende”, porque la gente ha perdido el interés se seguir viviendo en una comunidad en la que no tienen medio de subsistencia y donde no existe transporte, el agua potable llega a veces, la vía de acceso está intransitable, y en la escuela no se imparte el bachillerato.
Cuarteles vacíos
A lo largo del recorrido por la carretera Internacional de la Sierra de Bahoruco que inicia en Duvergé y termina en la provincia cabecera de Pedernales, los cuarteles fronterizos presentan la misma situación. Tienen dos y tres guardias asignados por turno, quienes para trasladarse a la ciudad que se encuentra a 40 y 60 kilómetros por una carretera desecha, deben esperar a que un buen samaritano cruce por allí en una motocicleta, un caballo o una guagua, y que quiera darles una “bola”.
Aunque no hablan de sus penurias, la gente de sus entornos asegura que pasan hambre y otras calamidades, porque el salario que devengan no les alcanza para manejarse en ese espacio tan hostil. El resto del espacio fronterizo está libre, ya que el personal asignado a cada cuartel carece de capacidad para disponer de una mayor vigilancia y así evitar el continuo cruce de haitianos y la depredación de los bosques.
El miedo
Miqueló y Gissela son dos niñas de nacionalidad haitiana con aproximadamente ocho y diez años de edad que llegaron recientemente al país junto a sus padres y otros familiares, y se asentaron en una zona montañosa de este paraje.
No saben sus edades ni el día de su cumpleaños, pero tampoco han pisado la puerta de una escuela y llevan una vida literalmente salvaje junto a otros inmigrantes que han “preñado” las montañas de las comunidades Ángel Félix de viviendas y chozas.
“Antes por aquí no se veía eso, pero estas personas han sido empujadas a aventurarse en este país, porque en Haití es muy duro ganarse la vida”, refirió el señor Ángel Fernando Medina, agricultor. Dijo que la invasión de estos extranjeros se ha dado a la misma velocidad en que han salido de esos predios los antiguos pobladores.
En Jimaní
En este poblado el mercado municipal está en manos de los inmigranes haitianos, los cuales aparte de los productos que ofrecen en la frontera, también se han asentado en el pueblo.
En las calles los vendedores ambulantes son haitianos y también ofrecen el servicio de motoconcho.
Un motoconchista dominicano que pidió reserva de su nombre por temor a que estos puedan hacerle daño, dijo que antes se ganaba hasta RD$2,000 en el día, pero ahora hay ocasiones que se va con RD$100 para su casa.
Atribuyó la situación a que los haitianos han ido ocupando el municipio de forma paulatina, pero continua.
“Oiga usted, los usuarios del motoconcho aquí son haitianos y para ellos pagarle un servicio a un dominicano, se lo pagan a uno de sus hermanos”, agregó.